martes, septiembre 20, 2005

Todos en las avenidas de septiembre

Y todos en las avenidas de septiembre corren montados en la locura que antecede las fiestas. Estos son los muertos/vivos, los que mañana serán un dato en el noticiero. Apurados por llegar a su velorio zigzaguean entre las micros demorosas. Estos son los días de la patria. La luz del sol se puso repentinamente tibia. Queremos creer que esto es primavera.

Los amantes salen de su sombra y se acarician sin pudor en los escaños que las municipalidades instalaron en las veredas. Es un día que lo inflama todo. En las oficinas se bebe y se celebra y eso es algo así como la patria. Oficinistas de mirar vidrioso se abrazan y mean en los paraderos de las avenidas.

En la iglesia frente ala cual siempre paso se realiza otro funeral magnífico. Los choferes de la carroza y de los autos de los deudos conversan serenamente mientras el mediodía los derrite. Aún no es hora de subir al difunto a su vehículo final. Y les juro que si miran con atención entre los adoquines, aún quedan algunos de los granos de maíz que hace ya varios días le arrojaron a un general gritándole “¡cobarde!”.

La celebración se expande por las calles como un río que se sale de su cauce. Pero el jolgorio no se ve. Se siente pero no es visible. Sólo es notoria toda esta gente apurada, como si huir a toda prisa fuese parte de la fiesta.

Ahora que lo pienso, siempre he visto maíz botado en las anchas alamedas, pequeños granos de maíz revueltos con vidrios rotos de foco y parabrisas. ¿Serán los despojos de otros festejos que se niegan a la retirada?

Los feriados que vienen hacen fila en un calendario que se deshoja sin pena. Los que pasaron dejan sus despojos por las veredas que caminamos, las aceras calientes que nos llevan a otro trasnochar, algún amor fugaz que huye justamente contra toda luz y sol de acá.

Aprovechemos este sol. Quizás mañana llueva.

viernes, septiembre 09, 2005

Welcome to the Jungle

Cuando un trámite de rutina se transforma súbitamente en un desbande selvático de niñas, todo comienza mal. Cuando esto sucede en uno de los mejores colegios municipalizados de Chile, con muy buen Simce, la cosa se ve peor. Y si, más encima, ese colegio pertenece a una municipalidad rica y dirigida por un militar retirado, de esos que veneran el orden, la cosa ya se pone demasiado espesa.
Me refiero a lo que sucedió hace unos días en el Liceo Carmela Carvajal, de Providencia. Fui a acompañar a mi hija a rendir su examen de admisión para séptimo básico. Soy parte del ni tan selecto grupo de gentes que quieren para sus retoños una educación de excelencia pero no tienen las monedas para hacerlo en un liceo pagado. Entonces, la opción de un colegio como el Carmela se asoma interesante pero difícil. Siendo uno de los mejores diez colegios municipalizados del país, la demanda es grande. No, no es grande: es muy grande. Y la oferta es pequeña: cerca de 200 cupos para unas cuatro mil postulantes.
Y bien: el día señalado para rendir la prueba de admisión, el colegio no fue capaz de generar un eficiente flujo de la información como para que las niñas supiesen en cuál sala les correspondía presentarse. Para obtener ese dato, debían entrar a un pequeño patio donde cuatro precarias pizarras mostraban el listado de nombres. Sin presencia de adultos visibles que ordenaran el cuento (llámense profesores, inspectores o auxiliares), el trámite se transformó en segundos en un casi desbande. Las chicas debían entrar por una estrecha puerta, casi peleando unas contra las otras para hacerlo. Luego, se formaba otro tumulto para ver las listas. Imagínense miles de niñas haciendo esto.
Mientras, madres, padres y apoderados veíamos este desorden desde el otro lado de la reja. Claro, uno como padre puede ver de manera más sensible lo que pasa con su hija, pero creo que objetivamente eso era un despelote. Afortunadamente no hubo problemas mayores que lamentar, pero en realidad las condiciones para un desastre estaban más que dadas. Miles de chicas desorientadas y apretujadas, luchando por un puesto, sin nadie que orientara ni tratara de poner un mínimo orden.
Con ese caos de niñas frente a mis ojos no pude dejar de imaginarme por dónde entraba la excelencia en un proceso así de negligente. Se supone que el Carmela Carvajal busca ser el primer colegio municipalizado de Chile, superando al Instituto Nacional. Pero creo que hay trampa si esa excelencia no se manifiesta en lo básico que es generar un proceso de admisión que fluya sin contratiempos y sin poner en riesgo la integridad física de las postulantes. A menos que me digan que, en un proceso darwiniano de selección natural, la batalla de empujones de ese día sea el primer filtro natural para que entren las más aptas, desechando a las que no son capaces de sobrevivir en esta selva. Pueden creer que exagero, pero con lo que vi ese día, me bastó para hacerme una impresión, e imaginar lo que hubiese ocurrido si, por ejemplo, justo en ese momento hubiese temblado.
Y todo eso multiplíquenlo por dos, ya que esa misma confusión se produjo a la salida.
Y el punto no pasa por la masividad de la concurrencia. NO es así ya que otros colegios con demanda similar son capaces de ordenarse de tal forma que no se provocan estos tumultos. No es que no se haga cola, pero esta fluye. Y hay información clara y oportuna, no a última hora. Y hay gente encargada que te orienta, no como en este Liceo, donde lo menos que hay es interés por la gente que quiere ser parte de su comunidad. Me refiero, por ejemplo, a como se da el mismo proceso en el Liceo 1 y en el Instituto Nacional. Estos tienen similar demanda, pero a la hora del examen la cosa no se transforma en una batalla en la cual los alumnos parecen un enjambre de espermatozoides peleando por su oportunidad. Siendo muy extremo, me atrevo a decir que ni siquiera se trata de respeto. Es un poco de sentido común, es querer evitarse problemas, es vivir la excelencia todo el día y no sólo a la hora del Simce.
Me cabe la duda de si en definitiva esto no es síntoma de una institución que actúa como una moledora de carne con materia prima humana. Claro, sigo exagerando a lo mejor, no me gustó ver a mi hija en un momento complicado. Exagero tanto que ya no sé si quiero que entre ahí. Me da mala espina.
Esto lo escribo por puro desahogo. No me interesa hacer una especie de carta abierta a nadie. Que el alcalde Labbé haga lo que quiera. Yo no tengo ni una gana de que mi niña baile al ritmo que esa gente ponga. Seguramente los responsables del Liceo Carmela Carvajal están muy tranquilos y satisfechos por que los resultados académicos los avalan, eso es otro cuento. Lo mismo sus apoderados y, en una de esa, las alumnas. Pero no debieran dejar de estar atentos a que, si cada año la cosa funciona así, tienen mucha suerte de que nadie salga lesionado.
Para terminar, no puedo evitar ponerle banda sonora a esto. Estoy entre “welcome to the jungle” y “another brick in the wall, part 2”. Auspicia, Ilustre Municipalidad de Providencia.

lunes, septiembre 05, 2005

Salida & Salvación

I
El Pastor Alberto le
pregunta al radioescucha
cuál es su petición

Este responde “una
camioneta”

“Oremos juntos”
ordena el clérigo

“No deje de venirse
al templo a recibir unción divina”
“De lo contrario la oración
no tiene efecto”

II
La Sultana insiste:
todos tus problemas tienen solución

Por un costado de su consulta
vende lápices y golosinas y
saca fotocopias (cada una 25 pesos)

A veces si estás de suerte
la ves tomar solcito desde su
segundo piso en Alameda conPlacilla

Atención al cliente

Uno a uno los llamados
por altoparlante
desgranan la fila de espera
y se enfrentan al destino con su
papelería vital bien aferrada
ante la implacable sonrisa de
estas señoritas
cada una en su box deperdición

jueves, septiembre 01, 2005

Un pobre general

Un pobre general medio gagá se agarra a los despojos oxidados de una guerra que no combatió. Pareciera que los viejos soldados chilenos andan faltos de héroes. Quizás por eso viene este señor a remover las cenizas de una guerra atroz (disculpen por la redundancia entre “guerra” y “atroz”)

Yo recuerdo. Tenía 17 años cuando Galtieri, ebrio de poder y ebrio de ebriedad, ordenó ocupar las Malvinas. Unos días antes, gigantescas protestas populares habían llenado la Plaza de Mayo. Después del asalto a las islas, la multitud aclamó en el mismo lugar al borrachín que antes era abucheado. De estas volteretas está llena la historia delmundo en todo caso, no es exclusividad de los argentinos.

Claro, cuando hablamos de “los argentinos”, uno cae en la vulgar generalización, la flojera mental que evita entender las cosas con más matices. La misma que podría llegar a entender que los dichos del tal Mattei representan a todo Chile.

Quizás cuesta entender de buenas a primeras que la guerra es una mierda de principio a fin, y que las suelen combatir, ganar y/o perder (que es todo lo mismo), los desfavorecidos, los pobres, los excluidos. Cuesta entender que las tropas (victoriosas o en derrota) somos nosotros, nuestros hijos, nuestros hermanos.

Alguien dijo que en una guerra se mata un montón de gente que no se conoce entre sí, obedeciendo ordenes de un grupito que si se conoce y son amigos. Claro, los generales de uno y otro lado se espiaban mutuamente para conquistas de territorios baldíos, pero no dudaban en ser amiguitos en la Operación Cóndor, intercambiando información destinada a desaparecer compatriotas por todo el continente.

Con los años me he hecho de muchos y muy buenos amigos argentinos, a quienes no dudo en calificar de hermanos. Uno de ellos, el famoso Prato, me comentó su asombro y estupor de aquellos días. Tuvo el mismo sentimiento al ver cómo la dictadura zafaba de un problema, (las protestas) con uno peor (la guerra). Cuando Prato me contó eso, no pude dejar de sentir que por un momento las fronteras se borraban, que a ambos lados de la valla había y hay sentimientos similares, hay gentes que nos podemos conectar en un sentido común, que a lo mejor es más del corazón que de la cabeza, no sé.

Claro que hay de todo. Como dije, como todos sabemos, un general endurecido en guerras contra su propio pueblo se viste con las vestiduras sanguinolentas de una guerra que otros combatieron, a falta de mejor gloria. Ese, aunque haya nacido a este lado de la cordillera, no es de los nuestros, no es de los míos. Prato si, Prato y su gente claro que si.