jueves, diciembre 29, 2005

Esto no es un balance de fin de año...

Pese a que es diciembre y el 2005 ya agoniza, me niego a hacer una especie de balance. Este año estuvo teñido de un montón de colores, texturas y sabores, como todos los años. Claro, desde algún aspecto ha resultado “interesante” (y recuerdo una maldición china que dice “ojalá vivas en tiempos interesantes”), pero en eso consiste vivir.

De que ha sido difícil, es cierto. En eso no estamos solos: todos hemos tenido un año demasiado duro por momentos. Y estamos cansados. El agotamiento se siente en el aire, en las caras, en las acciones de los amigos y la familia. La salud es una marea que va y viene, y hay que tratar de sobrenadar.

Por ahí leí en una revista a un escultor que soltaba la siguiente expresión como a la pasada: “Ser para morir”. Me pareció tan irremediable y tan cierto, pero es la vida que nos tocó nomás. Prefiero quedarme con una frase algo críptica que escribió (o dicen que escribió) Platón hace unos miles de años: “la filosofía es una fiesta”.

Ya está. Un año termina y es seguido por otro igual de inexorable: esa es la gracia y esa es la condena. Démosle nomás.

Por mi parte, la aparición (por fin) de mi libro “Ciudades invisibles” me tiene el pecho inflado. A una semana del hecho, ya llevo una buena cuarentena de ejemplares vendidos. Más allá de que esto me acerca a amortizar la inversión, se me ilumina el rostro al comprobar que la lista inicial de gente posible de comprarlo se fue ampliando. Supongo que eso quiere decir que hay por ahí más gente dispuesta a apostarse sus 4 lucas en un autor aun desconocido. Y se agradece. Especialmente cuando este libro ha sido escrito “i shin den shin”: de mi alma a tu alma (la cita es una expresión japonesa, del budismo zen).

Por eso, y por otras cosas, me siento levemente bendecido.
Abrazos para toda la humanidad que son ustedes, que somos todos.

martes, diciembre 13, 2005

Tookie Williams

El mensaje ha sido enviado una vez más, y que no queden dudas, señoras y señores: la mano sigue dura allá en el norte. Lo anuncian en la tele, por boca de otro actor-gobernador que, entregado el anuncio, se esfuma tras los créditos de su superproducción.

Tookie, el asesino, Tokkie el escritor, Tokkie el símbolo de una lucha perdida, recibió en la madrugada su inyección letal. Del sueño a la muerte, de la muerte a la primera plana, y de allí, quién sabe si al olvido o la memoria.

Estados Unidos, donde una inmensa cantidad de personas se declaran “cristianos renacidos”, feligreses de la religión del perdón, acaba de ejecutar a Tookie, después de decenas de años de espera y apelaciones en el pasillo de la muerte. Seguramente luego pasará a ser sólo una noticia más. Total, diciembre suele ser generoso en fallecimientos en todos lados del planeta. Qué más da uno más que muerda el polvo. La justicia no sólo debe de ser ciega. También es necesario que sea dura e inflexible. En definitiva, se necesita que la justicia sea lo que es: una estatua.

Insisto: el mensaje ha sido dado. Pandilleros de California y de toda la Unión Americana, ya lo saben. No se rediman. No se reeduquen. No crezcan, no despierten, no pretendan ser ejemplo para nadie, no digan que hay una esperanza. Manténganse así, crueles y sanguinarios hasta el final, no crean que alguna vez la puerta se abrirá. Perseveren en lo suyo. Lo hecho, hecho está.

Es más: no se les ocurra crecer intelectualmente, ni menos intenten rehabilitarse por la literatura. Los libros, los propios y los ajenos, no salvarán una sola vida. Ya está claro, el actor-gobernador fue lo suficientemente explícito. Ninguno de los textos que Tookie escribió para orientar a los jóvenes en riesgo social de su país logró mover un pelo de la estatua. Ella sigue allí, apuntando con sus ojos vacíos hacia el corredor de la muerte, donde una luz fluorescente señala el final.

Quizás el mismo actor- gobernador, en su intimidad, lamente la oportunidad perdida de haber ejecutado a un Premio Nobel de la Paz o de Literatura. Si la Academia Sueca se hubiese decidido en su momento, el espectáculo hubiese sido incluso más llamativo de lo que ya es. Y como castigo ejemplarizador no habría estado nada de mal. En todo caso, la lista de espera para el ajusticiamiento es larga. Quizás salga de entre ellos otro Tookie, para escarmiento de la pecadora humanidad.

Los hombres muertos siguen caminando, dentro y fuera de las cárceles de Babilonia.

Último e insistente llamado: no te redimas, no cambies, no crezcas. Welcome hell.

viernes, diciembre 09, 2005

la soberbia

Hay un cuento ahí con la soberbia que no deja de doler. Seguramente cuando muchos lean esto, el domingo de elecciones ya habrá pasado. Voy confuso con el tema parece, mejor me explico: después de la muerte de cinco personas en el puente Maipo, creo que la imagen que más me chocó es la de Lagos encarando a un periodista que le interrogaba sobre el estado del viaducto. Soberbia, soberbia en estado puro. O Esteves, ministro de Obras Públicas, acusando de morbosos a los medios. En fin. Linda manera de sacarse los pillos. La culpa es del mensajero, como siempre. Es la soberbia, la seguridad casi divina de estar haciéndolo demasiado bien, incuestionablemente, la infalibilidad del Papa, del Presidente, Del Ministro, la infalibilidad del cuñado o la primera dama, ese tonito imperial. ¿Despotismo ilustrado? Casi casi: "por el pueblo pero sin el pueblo".
A veces esa soberbia es más elegante, otras veces más explosiva. ¿Cuántos de nosotros hemos tenido que aguantar calladitos una pachotada como la del ministro de salud diciendo que hay que darle gracias a dios por la pega que uno tiene, que hay una cola de tres cuadras de gente que haría lo mismo que uno y por menos plata?

Aburre la cosita, en serio.

Y no dejo de pensar en todas estas cosas mientras decido cómo votar este domingo. No voy a inducir a nada, por no violar la ley. Pero, si vamos a tener un gobierno tan de derecha en su fondo y en su forma, casi creo que de repente es mejor que la derecha gobierne car'e palo y no con el disfraz de oveja de ahora.

Contra su soberbia, opongo mi pequeña rabia, y la raya en el voto en el lugar políticamente incorrecto, en esta vuelta y en la otra. Total, igual el chancho está re mal pelado.

miércoles, diciembre 07, 2005

Otra vez la muerte es joven

Otra vez la muerte es joven, pero diciembre no es más caníbal que el resto de los meses.

No se sabe si es la prisa, el descuido, algún sueño que llevó un camión por el camino de la matanza.

Las carreteras entonces se alargan por la patria y llevan a todos los, llevan a la casa, al hospital, llevan a ningún lugar.

Los areneros de debajo del puente se hicieron visibles por un momento. Corriendo a prestar su tierna ayuda, mientras los nuestros se morían sin remedio. Para los heridos aún no es tan tarde, doctores, policías, paramédicos, bomberos, salvando, salvando, salvando.



Luego, el dolor.

El dolor siempre se queda.

Silencio entonces.
(Descansen en paz: Luis Raúl Muñoz Olivera; Juan Esteban Lira Retamal; Ricardo Modesto Burgos Reyes; Jean David Vega Muñoz y Mario Segundo Pino Reyes).