jueves, agosto 24, 2006

Ayer me descubrí a mí mismo en la Biblioteca de Santiago

Ayer me descubrí a mí mismo en la Biblioteca de Santiago. No se trata de una frase cliché de autoconocimiento flaite. Tampoco es que haya leído a la rápida una sarta de consejos de Coelho.

Sucede que a fines de 2005 apareció, por fin, mi primer libro “oficial”. Circulan otros por ahí, entre cómplices y secuaces, pero nada iguala el hecho de que publicar con una editorial con todas las de la ley. Y eso sucedió en esa fecha.

¿Y bien? Cachureando por la mencionada biblioteca, me encontré que, escondido y seguro en un cómodo estante, estaba mi libro. La sensación nos fácil de describir. Un poco de orgullo, un poco de vergüenza, y poco más que eso. Me imagino que un libro en una biblioteca es como una bala loca, y no se sabe si le vas a acertar a alguien. Y si le atinas, le puedes dar en la cabeza, el corazón, la guata o dónde sea.

El ejemplar, en todo caso, estaba crudito. Evidentemente, nadie lo había leído aún. Me costará resistirme a mirar, cada vez que vaya por esos lados, a ver si el libro ha envejecido un poco por el uso. Sospecho que cada visita será como la primera vez, un eterno primer beso o algo así.

Por lo menos siento que toma algún sentido eso que se llama “depósito legal”, y que son los ejemplares que todo autor que publique debe entregarle obligatoriamente al estado. En Chile son catorce, en otros países son dos. Se supone que esto sirve para que, en cada región haya un ejemplar del libro. Suena bien, pero se presta para ciertos enredos que ni pienso mencionar ahora. Sumando el IVA a los libros, el estado se queda con varias docenas de libros. En fin. Es el precio de la fama, o de la “no fama”, en mi caso.

El libro se llama “Ciudades Invisibles”, y está en librerías. O en la Biblioteca de Santiago, gratis.



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http://www.rileditores.cl/articulo/Articulo.do?m=ver&idArticulo=1150752791563

http://blogciudadesinvisibles.blogspot.com/