viernes, noviembre 24, 2006

Parte de la felicidad

Parte de la felicidad es ir manejando así. Llevo puestos unos lentes de sol redondos, estilo Lennon, recién comprados en la feria de la Villa México por luca quinientos. Es un día caluroso de una primavera extraña, pero los árboles de esta avenida ayudan a soportar el calor. A mi derecha, la reconquistada deja que el viento del viaje la refresque. Mientras la acaricio a la pasada, tratando de no chocar, tarareamos torpemente "Radio Song", de R.E.M., que nunca falta en este vehículo precario y a la vez eterno.

La ciudad a nuestro alrededor es una pura locura ardiente, que se prepra a morir creyendo que esto es la vida simplemente. Yo voy sereno por sus calles. Y cantamos a todo volumen, desprecocupados y otra vez al unísono.

Esa es parte de la felicidad. ¿Está incompleta? Puede ser. Además, estamos a mitad de nuestro camino. Allá adelante queda tanto. Todos se apuran para llegar al fin del taco, o a las fiestas de diciembre. Nosotros también, pero presos de una lentitud casi sagrada. Entonces respetamos los semáforos, dejamos que los peatones crucen sin necesidad de ser atropellados, y un largo etcétera de sonrisas recobradas. Seguramente eso no nos hace ni más bellos, ni más ricos, ni más famosos. Apenas nos sirve para viajar en paz por estas avenidas medio marginales. El asunto es velocidad, pero no del velocímetro. Tampoco de la mente. Es el apuro del alma. Nuestros pulmones respiran humo pero están más vivos. Nuestros corazones laten fuerte con el latido del que sabe amar en el momento preciso, y así hasta el final de este día, hasta el final de los días.

Digo que es parte de la felicidad porque al ser esta icompleta nos obliga salir a buscar, bien o mal, el pedazo que nos falta, la pieza que siempre se extraña. Así te mueves entonces por el mundo, como cazando utopías baratas con un matamoscas color carne. Como tratando de abrazar una sombra que a veces te da un beso sorpresivo y te deja un "te quiero" como mensaje de texto.

Y digo entonces "parte de la felicidad", y ya no hablo de fragmentos. Digo "parte de la felicidad" en imperativo. Se trata de esto: el inicio es ser feliz, y desde allí se arma el viaje. Una mirada nueva cada día, lentes oscuros tipo Lennon para taparte de la luz y para que no se vean a veces unas lágrimas. Por que, no lo dudes, en este viaje hay que llorar a veces: entran cosas en los ojos, qué se yo, la gente muere, sufre, se enferma o pierde la pega. Pero las tardes están hermosas y floridas, los niños aprenden a decirnos las palabras del amor y de la risa, ahora suena "It´s the end of the world", y ya pasó lo peor, el tránsito se despejó casi milagrosamente, y cantamos otra vez a dúo.

jueves, noviembre 23, 2006

Todo lo que necesitamos es “Love”

¿Qué es esto? ¿Otro greatest hits, a la manera del “Beatles One”, del año 2000? ¿O un reciclaje crudo y sobredimensionado como “Let It Be... Naked” de 2003? Nada de eso, señoras y señores. Sir George Martin, ayudado por su hijo Giles, acaba de lanzar, bajo sello EMI, el nuevo disco de The Beatles: “Love”. La gran disculpa para salir con esta sorpresa es el espectáculo del mismo nombre que la prestigiosa compañía de teatro “Cirque Du Soleil” ha montado en 2006, relatando la vida de los Four Fabs.

En simple, se trataría ni más ni menos que de una banda sonora. Pero a la hora de oír el resultado, queda claro que esto es mucho más que un revival con un filo comercial. Y claro: al hablar de los Beatles lo mercantil es central, por lo que es esperable que todos hagan su negocio. Son las reglas de la industria, y está bien que así sea. Pero “Love” se sale por varios flancos de esos parámetros. ¡Y cómo! La intención declarada de George Martin era la de cerrar con esta placa su carrera. Se entiende entonces que el mítico productor quiso hacer su entrega definitiva, como protagonista indiscutido del fenómeno Beatle. El “ajuste de cuentas” que McCartney hizo con la producción del mencionado “Let It Be... Naked”, acá opera de otra manera. Lo hecho por la dupla Martin y Martin es un delicado trabajo de relectura y re escritura de la obra beatleana. Hay una mirada que busca tanto la posteridad como el éxito inmediato. Es un disco pensado para el Ipod, pero que a la vez rescata textura y ambiente refrescando clásicos que se niegan a envejecer.

Claro que es un disco de remezclas, pero lo de George Martín no es ni de lejos la labor de un DJ. Lo suyo es el arte del alquimista, que trabaja lo tangible de la música (cintas, pistas y aparatos), para alcanzar de golpe lo intangible, el sentimiento. En sus manos, los master de 2, 4 y 8 pistas son como oro para un orfebre. “Love” es un disco que reboza sutilezas para expertos y principiantes. Por la profundidad de su tono y la continuidad sagrada de los temas, es recomendable escucharlo por lo menos un par de veces con buenos audífonos. En “Love” no hay mera limpieza de viejos cortes. Es más bien una depuración, un acto consciente de selección de qué queda y qué sale. “Love” destaca como expresión de un productor integral, cuya visión se funde con la de los músicos. Así fue cuando la banda existió y así sigue siendo ahora, cuando es otra era, otro siglo y con otro público.

Martin se sabe artífice y gestor del sonido Beatle, por lo que no le tiembla la mano para tomarse licencias que para algunos rozarán con el sacrilegio y para otros con la genialidad. Por ejemplo, fundir las guitarras acústicas de ‘Blackbird’ y ‘Yesterday’, o sobreponer sobre un ‘Strawberry Fields’ acústico, partes de ‘Sgt. Peppers’, ‘In My Life’, Penny Lanne’, ‘Piggies’ y ‘Hello Goodbye’. Para fanáticos, el juego es saber descubrir cada una de las más de 100 canciones involucradas en los 26 cortes del disco. Para los principiantes en esta adicción, se trata de dejarse llevar por la continuidad conceptual de “Love”. La selección es delicada, porque además de “sandías caladas” como ‘Yesterday’ o ‘Here Comes The Sun’, aparecen temas algo más marginales. Así, podemos oír la gran ‘Tomorrows Never Know’, u ‘Octopus Garden’, de Ringo. Incluso hay un guiño a los buscadores de mensajes ocultos, con la enigmática ‘Gnik Nus’, que no es más que ‘Sun King’ al revés.

Se percibe un matiz de mayor intervención en canciones de los dos Beatles fallecidos, Lennon y Harrison. Es como si la ausencia le hubiese dado a Martín mayor libertad para salir con algunas joyitas. Por ejemplo, la versión de ‘Because’ se presenta como un corte coral y a capella, con el famoso arreglo a nueve voces armado por George Martin. Y, en lugar del clavicordio tocado por el mismo productor en la versión oficial, se le “incrustaron” una serie de silencios entre estrofas, con un desfase que logra hacer que el auditor respire entrecortadamente.

Lo relevante no es solamente los temas seleccionados. También se nota la mano del “chef” a la hora de elegir cuáles tomas van, (como la versión acústica de ‘While My Guitar Gently Weeps’, que incluye una melancólica estrofa que no está en la versión oficial), o matizando una canción, (los chillidos del público de fondo en el ‘I Wanna Hold Your Hand’, rindiendo tributo a la histeria de los primeros años). La placa, evidentemente le debe mucho a la tecnología digital, pero no por eso suena fría o lejana. Muy por el contrario, la sonoridad imperante trae de vuelta el viejo calor y los afectos que sólo The Beatles son capaces de encender. Así, uno puede volver a sorprenderse con cosas que ya eran evidentes y que ahora resaltan otra vez ¡Qué buen bajista era (y es) McCartney! Eso queda claro con pistas en las cuales resaltan sus líneas precisas y elegantes. También se escucha a un Ringo más potente en los tambores, con un beat enérgico y profundo. Ambos destacan en la remozada ‘A Day In A Life’.

En definitiva, “Love” trae novedades, y muchas. Como una especie de ‘Revolution 9’ revisisted, la música fluye entre la sorpresa de lo que renace y la emoción de un tiempo que vuelve a visitarnos. “Amor” es el nombre del disco, y amor es de lo que está hecho, que duda cabe.

Seguramente los Martin tuvieron muy presente que “Love” iba a ser parte de un espectáculo teatral, y eso hizo que la placa tuviese una fuerte progresión dramática. Pero el resultado es mucho más que eso. Es en propiedad un nuevo disco de los Beatles, quizás si una de las mejores ediciones posteriores a su disolución del casi inagotable patrimonio de la banda. ¿Disco del año? Para los adictos no hay duda. Para el público general es, por lo menos, imprescindible. En cualquier caso, satisfacción garantizada. Para esta Navidad, todo lo que necesitamos es “Love”, con The Beatles y George Martin al mando, como debe ser.

(publicado en http://www.rockaxis.com)