sábado, abril 24, 2010

Muerte de Paul Schaefer

Acaba de morir Paul Schaefer. Él fue el villano de una historia real demasiado parecida al guión de una mala película de clase B. Mesianismo, pedofilia, nazismo, experimentos de científico loco en seres humanos, tortura institucionalizada, arsenales secretos. La sola enumeración del menú completo agota y sorprende. Y todo tras la fachada de la beneficencia y la filantropía, con el sello de un discurso cristiano endulzando cada cucharada de estiércol.
Paul Schaefer murió en la Cárcel de Alta seguridad. Algo es algo, podríamos decir. Uno puede no ser partidario de la pena de muerte, pero es de mínima justicia que un ente de esa calaña por lo menos fallezca tras las rejas. Claro que eso pareciera que es mucho pedir, porque el auspiciador mayor de Schaeffer, Augusto José Ramón, murió tranquilito en una cama de su hospital. Por eso digo otra vez: algo es algo.
Murió Paul Scaefer y todo nosotros podemos, entonces, tener un poco de paz. Pero, ¿qué elegir de esta historia para tomarlo como lección? Es difícil: hay mucho para escoger. Me gustaría ver si al funeral acuden a llorarlo los mismos que cerraban filas tras él en el grupo “Amigos de Colonia Dignidad”. La lista de tales amistades incluyó en su mejor momento a personajes como Jaime Guzmán, Mario Ríos, Bruno Siebert, Sergio Diez, Olga Feliú, Hernán Larraín, Andrés Chadwick, Evelyn Matthei, Jaime Orpis y Juan Antonio Coloma, entre otros. Connotados deudos deja Scaefer.
Muerto el Pastor, quizás uno de los asuntos más preocupantes que deja como herencia es que, pese a la magnitud de sus crímenes, tuvo que ser un grupo de periodistas quienes dieran con su paradero en Argentina. En plena democracia, los encargados policiales y de la justicia simplemente se dejaron estar cuando el depravado anciano huyó. Y la prensa tuvo que hacerse cargo, para vergüenza de los sabuesos pagados con nuestros impuestos. La reportera encargada del caso, Carola Fuentes, no ha dudado en declarar que eso demuestra una flagrante falta de voluntad de las autoridades de la época. Con los mismos datos que estaban en poder de los investigadores, Fuentes y su equipo dieron con Schaefer. Pareciera que la lista de amigos de Colonia Dignidad era más larga de lo que parecía.
En una coincidencia macabra, Schaefer decide morir justo cuando el menú de pedofilia, religión y poder está tomando especial relevancia a partir de las denuncias de abusos por parte de sacerdotes católicos en todo el mundo y en nuestro país. Mientras aún no nos reponemos del horror venido desde Alemania hasta Parral, todavía quedan muchos velos por descorrer. Juntemos miedo. Y Shaefer, que se pudra en paz. Trabajo duro para los gusanos.