Todos en las avenidas de septiembre
Y todos en las avenidas de septiembre corren montados en la locura que antecede las fiestas. Estos son los muertos/vivos, los que mañana serán un dato en el noticiero. Apurados por llegar a su velorio zigzaguean entre las micros demorosas. Estos son los días de la patria. La luz del sol se puso repentinamente tibia. Queremos creer que esto es primavera.
Los amantes salen de su sombra y se acarician sin pudor en los escaños que las municipalidades instalaron en las veredas. Es un día que lo inflama todo. En las oficinas se bebe y se celebra y eso es algo así como la patria. Oficinistas de mirar vidrioso se abrazan y mean en los paraderos de las avenidas.
En la iglesia frente ala cual siempre paso se realiza otro funeral magnífico. Los choferes de la carroza y de los autos de los deudos conversan serenamente mientras el mediodía los derrite. Aún no es hora de subir al difunto a su vehículo final. Y les juro que si miran con atención entre los adoquines, aún quedan algunos de los granos de maíz que hace ya varios días le arrojaron a un general gritándole “¡cobarde!”.
La celebración se expande por las calles como un río que se sale de su cauce. Pero el jolgorio no se ve. Se siente pero no es visible. Sólo es notoria toda esta gente apurada, como si huir a toda prisa fuese parte de la fiesta.
Ahora que lo pienso, siempre he visto maíz botado en las anchas alamedas, pequeños granos de maíz revueltos con vidrios rotos de foco y parabrisas. ¿Serán los despojos de otros festejos que se niegan a la retirada?
Los feriados que vienen hacen fila en un calendario que se deshoja sin pena. Los que pasaron dejan sus despojos por las veredas que caminamos, las aceras calientes que nos llevan a otro trasnochar, algún amor fugaz que huye justamente contra toda luz y sol de acá.
Aprovechemos este sol. Quizás mañana llueva.
Los amantes salen de su sombra y se acarician sin pudor en los escaños que las municipalidades instalaron en las veredas. Es un día que lo inflama todo. En las oficinas se bebe y se celebra y eso es algo así como la patria. Oficinistas de mirar vidrioso se abrazan y mean en los paraderos de las avenidas.
En la iglesia frente ala cual siempre paso se realiza otro funeral magnífico. Los choferes de la carroza y de los autos de los deudos conversan serenamente mientras el mediodía los derrite. Aún no es hora de subir al difunto a su vehículo final. Y les juro que si miran con atención entre los adoquines, aún quedan algunos de los granos de maíz que hace ya varios días le arrojaron a un general gritándole “¡cobarde!”.
La celebración se expande por las calles como un río que se sale de su cauce. Pero el jolgorio no se ve. Se siente pero no es visible. Sólo es notoria toda esta gente apurada, como si huir a toda prisa fuese parte de la fiesta.
Ahora que lo pienso, siempre he visto maíz botado en las anchas alamedas, pequeños granos de maíz revueltos con vidrios rotos de foco y parabrisas. ¿Serán los despojos de otros festejos que se niegan a la retirada?
Los feriados que vienen hacen fila en un calendario que se deshoja sin pena. Los que pasaron dejan sus despojos por las veredas que caminamos, las aceras calientes que nos llevan a otro trasnochar, algún amor fugaz que huye justamente contra toda luz y sol de acá.
Aprovechemos este sol. Quizás mañana llueva.
1 Comments:
y llovió nomás...
Publicar un comentario
<< Home