jueves, agosto 18, 2005

Todo legal

Todo legal

Ayer
Cerca de las doce de un día de estos, las noticias avisan que en la avenida donde vivo una madre y su hija fueron muertas por una micro. Como tantas, suena a noticia repetida. Sólo cambia el escenario.
Los locutores, aparte de lamentar la tragedia, hablan largos minutos del taco que se armó en el lugar del accidente.
Ese sitio queda en el camino que debo tomar después de almuerzo. La congestión no me afecta, ya que todo sucedió en la pista contraria a la que uso. Llego en minutos hasta allá.
La micro malhechora aún está detenida en la calle. Sus luces de emergencia aún parpadean, como tartamudeando una explicación para el apuro del chofer que la lanzó a embestir a las víctimas de hoy.
Ellas yacen en el pavimento, perfectamente separadas, cada una bajo su plástico azul. Un bulto grande, y varios metros más allá, otro más pequeño. Policías y funcionarios de diversa especie se pasean en los alrededores. Algún camarógrafo se sube a una camioneta y se va.
Conozco ese paradero. Suele haber congestión allí, y cuesta un mundo llegar al cruce donde se produjo el atropello. Entonces, no es raro que los conductores aceleren cuando ven por fin la vía libre, tratando de recuperar el tiempo perdido, mientras su luz verde, demasiado breve, se transforma en roja y los peatones terminan de cruzar a la carrera, o acaban como esta madre y su hija, que caminaban apuradas al colegio.
Claro, a la esquina no le falta nada: semáforo funcionando, pasos y líneas bien marcadas. Hasta el pavimento es nuevo. Todo en orden, todo legal. En la tarde, seguirán pasando los vehículos, con sus ansiosos pilotos deseando acelerar de una maldita vez cuando la ruta se despeje.
En algún momento del futuro, esta avenida será parte del plan Transantiago. No sabemos si la obra final contemplará un espacio para animitas. Lo más seguro es que no sea así.
Mientras, decenas de curiosos esperan algo que no alcanzo a ver llegar. Mi propio bus me lleva rumbo a la Alameda. Alcanzo a divisar unas señoras que se abrazan sollozando.

Hoy (primera parte)
Un ministro anuncia en conferencia de prensa algo que sucedió hace unos días. Se trata de un indulto, dice. El presidente dejó en libertad a un señor, ex militar, convicto por asesinar al dirigente sindical Tucapel Jiménez, hace demasiados años ya.
Luego, más tarde, llega otro ministro a corregir lo dicho antes. No era indulto, si no que conmutación de pena. Está todo conforme a la ley, nos dicen. El tipo había cumplido la mayoría de su condena, y por buen comportamiento y otras cosas, le cabe el derecho a conmutarle el saldo de su pena. Vale.
Tucapel era un tipo bueno, un tipo pacífico, nos recuerda su hijo dolorido, mientras se lamenta de la libertad del asesino. Uno lo escucha hablar, entre rabioso y sufriente, y siente la fuerza de un dolor que resucita desde la profundidad.
Para muchos, pareciera que el núcleo del asunto está en la diferencia entre “indulto” y “conmutación”. Sería bueno que el primero en hacer el anuncio lo hubiera tenido claro. Queda la sensación de las cosas que se hacen con las patas y a la rápida. Para que quede claro, una vez más, que así no más es cómo nos funcionan las instituciones.
Prefiero creer que después de la muerte no hay nada, que la víctima no sabe de las andanzas y libertades de los asesinos. Quiero convencerme de que estas preocupaciones solo son asunto de los vivos, y que los muertos se limitan a yacer y descansar.
¿Quién firmará la condonación del saldo de nuestra propia pena?

Hoy (coda bailable)
En otro acto ajustado a derecho, la Tesorería General de la República condonó el 40% de los intereses de la multa a pagar por los culpables en el caso Chispas.
Estos tipos, no conformes con haberse quedado con las empresas a las que llegaron como simples administradores (empleados públicos, para más goce), luego las vendieron a Endesa España. Como corresponde, fue a espaldas de la mayoría de los accionistas, haciendo uso de información privilegiada. En la pasada se forraron en plata. El candidato Piñera, en su momento fue a alegar a tierras españolas, y en compensación, también recibió su par de millones, o algo más.
Se informa que, aún así, la multa a pagar por los señores es la más grande jamás cobrada en Chile por un delito económico. Uno de los abogados defensores sigue alegando la injusticia de todo esto. Lo calificó de “monstruoso”.
Para que aprendan: uno de los condenados, Don Yurazcek, está dando en estos días una conferencia, para aprendices de empresarios o algo así. Tomen lápiz y papel. Aprovechen la lección.
Uno de los ejecutivos condenados falleció este año, traspasando el castigo a sus herederos. Esperemos que la condonación de intereses mitigue en algo el dolor de los deudos.