Patrones de izquierda, The Clinic y mi paranoia
Hace unos años tuve el sueño de hacer una revista propia. El proyecto, como tantos otros, no funcionó por falta de monedas. Por allí quedaron unas cuantas maquetas dispersas en discos duros y disquetes, juntando polvo informático.
La revista se debiera haber llamado “Paranoia”, y creo que no hubiese sido tan mala, aunque tampoco tan buena. En fin. Mañas de uno.
En esos mismos tiempos comenzaba a tomar vuelo el periódico The Clinic, que entre desparpajos e irreverencias varias se anunciaba, igual que hoy, como “la voz del pueblo”. Y justamente comenzaba a publicar una serie de reportajes que trataban el tema del empleo en Chile.
Ese punto me llamó la atención, ya que me ha tocado tener varios patrones de izquierda. La experiencia con todos ellos ha sido más mala que buena.
Le escribí un mail al señor Patricio Fernández Chadwick contándole mi vivencia, en cuanto a que el jefe izquierdozo suele no ser muy bueno para pagar cotizaciones previsionales, suele pasar por alto formalidades burguesas como el contrato a sus trabajadores, suele no pagar los mejores sueldos, en fin, un largo etcétera de malas costumbres. A cambio de eso, al patrón izquierdozo lo puedes tutear, te puedes vestir como quieras, hay algún relajo con los horarios, cosas así. Claro que eso al final te pierde: en algún momento le crees el cuento, pero a la hora de los quibo, el patrón izquierdista se porta igual o peor que el de derecha. De hecho, con el derechista no hay nada que esperar, entonces uno no se topa con las propias expectativas.
En fin, todo eso le conté a Patricio Fernández, pensando sobre todo en que su diario se promociona como preocupado de estos temas. Mi apelación a él iba en el sentido de esperar que The Clinic como empresa fuese la excepción a esta regla, y que allí si las relaciones con los trabajadores se llevasen por un buen camino, es decir, por el lado de lo mínimo: cumplir la ley.
Yo lo hice ingenuamente, sin creer ni pensar nada a favor o en contra, sólo una simple y modesta preocupación en abstracto. Un poco para ver si “la voz del pueblo” se portaba a la altura de su slogan. Supongo que incluso como lector y comprador de su medio tenía algún derecho a saber “cómo andamos por casa”. Y bien: parece que la cosa no era tan simplecita.
La respuesta de Fernández fue instantánea y dura. Prefiero ponerla tal cual llegó, a ver si me ahorro explicaciones:
“Creo que sus quejas y reflexiones están pintadas para un voletín de nombre «Paranoia». Están, por lo demás, repletas de prejuicios y rezongos propios de la raza menos interesante de Chile. Como sea, agradecemos que se de la molestia de escribirnos tan largo resongo, especialmente al darnos cuenta de que no le resulta fácil, pues su falta de habilidad e ingenio saltan a la vista.
atteThe Clinic”
(Las faltas de ortografía las dejé tal cual venían, de puro vaca que soy)
Resulta interesante la alusión a la raza, viniendo de alguien progresista.
No entendí nada. Supongo que toqué su punto sensible sin querer, no entiendo bien. Comentando con un amigo periodista, me dijo que a lo mejor Fernández sintió que yo le adjudicaba a él algún tipo de conducta extraña, incluso el mismo amigo me preguntó si yo tenía antecedentes o información de algo. Reconocí que no, era una pura intuición, o una proyección, no sé, la mala vibra que me brota sola.
Un tiempo después, reventó el pequeño cahuín de Enrique Symms y sus dramas con The Clinic, en que el argentino alegó por platas, bajos sueldos y todo eso. Me imagino que hay que poner, como en las malas películas: “cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia.”
Me había olvidado del asunto, hasta hace un par de noches, en que apareció Patricio Fernández en la tele, comparándose modestamente con Vicente Huidobro, en cuanto a la rebeldía, la noble cuna o algo así. Soy gil, no entendí nada.
Raya para la suma y silencio.
Un abrazo a todos.
La revista se debiera haber llamado “Paranoia”, y creo que no hubiese sido tan mala, aunque tampoco tan buena. En fin. Mañas de uno.
En esos mismos tiempos comenzaba a tomar vuelo el periódico The Clinic, que entre desparpajos e irreverencias varias se anunciaba, igual que hoy, como “la voz del pueblo”. Y justamente comenzaba a publicar una serie de reportajes que trataban el tema del empleo en Chile.
Ese punto me llamó la atención, ya que me ha tocado tener varios patrones de izquierda. La experiencia con todos ellos ha sido más mala que buena.
Le escribí un mail al señor Patricio Fernández Chadwick contándole mi vivencia, en cuanto a que el jefe izquierdozo suele no ser muy bueno para pagar cotizaciones previsionales, suele pasar por alto formalidades burguesas como el contrato a sus trabajadores, suele no pagar los mejores sueldos, en fin, un largo etcétera de malas costumbres. A cambio de eso, al patrón izquierdozo lo puedes tutear, te puedes vestir como quieras, hay algún relajo con los horarios, cosas así. Claro que eso al final te pierde: en algún momento le crees el cuento, pero a la hora de los quibo, el patrón izquierdista se porta igual o peor que el de derecha. De hecho, con el derechista no hay nada que esperar, entonces uno no se topa con las propias expectativas.
En fin, todo eso le conté a Patricio Fernández, pensando sobre todo en que su diario se promociona como preocupado de estos temas. Mi apelación a él iba en el sentido de esperar que The Clinic como empresa fuese la excepción a esta regla, y que allí si las relaciones con los trabajadores se llevasen por un buen camino, es decir, por el lado de lo mínimo: cumplir la ley.
Yo lo hice ingenuamente, sin creer ni pensar nada a favor o en contra, sólo una simple y modesta preocupación en abstracto. Un poco para ver si “la voz del pueblo” se portaba a la altura de su slogan. Supongo que incluso como lector y comprador de su medio tenía algún derecho a saber “cómo andamos por casa”. Y bien: parece que la cosa no era tan simplecita.
La respuesta de Fernández fue instantánea y dura. Prefiero ponerla tal cual llegó, a ver si me ahorro explicaciones:
“Creo que sus quejas y reflexiones están pintadas para un voletín de nombre «Paranoia». Están, por lo demás, repletas de prejuicios y rezongos propios de la raza menos interesante de Chile. Como sea, agradecemos que se de la molestia de escribirnos tan largo resongo, especialmente al darnos cuenta de que no le resulta fácil, pues su falta de habilidad e ingenio saltan a la vista.
atteThe Clinic”
(Las faltas de ortografía las dejé tal cual venían, de puro vaca que soy)
Resulta interesante la alusión a la raza, viniendo de alguien progresista.
No entendí nada. Supongo que toqué su punto sensible sin querer, no entiendo bien. Comentando con un amigo periodista, me dijo que a lo mejor Fernández sintió que yo le adjudicaba a él algún tipo de conducta extraña, incluso el mismo amigo me preguntó si yo tenía antecedentes o información de algo. Reconocí que no, era una pura intuición, o una proyección, no sé, la mala vibra que me brota sola.
Un tiempo después, reventó el pequeño cahuín de Enrique Symms y sus dramas con The Clinic, en que el argentino alegó por platas, bajos sueldos y todo eso. Me imagino que hay que poner, como en las malas películas: “cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia.”
Me había olvidado del asunto, hasta hace un par de noches, en que apareció Patricio Fernández en la tele, comparándose modestamente con Vicente Huidobro, en cuanto a la rebeldía, la noble cuna o algo así. Soy gil, no entendí nada.
Raya para la suma y silencio.
Un abrazo a todos.
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