qué hacía yo mientras Lennon era asesinado
El día en que mataron a Lennon yo estaba acampando con unos amigos en Cuncumén. Allá no llegaba ni media información de nada, así que recién al otro día, al bajar a Melipilla pude leer los titulares que a esas alturas recocían la muerte del ídolo, haciendo conjeturas sobre un tal Chapman. Sentí una pena tremenda, más encima con la sensación extraña de estar llegando atrasado a una tragedia que preferiría haber vivido en tiempo real. Ahora pienso que eso me valió tener un día menos de luto que el resto de los viudos lennonistas del mundo.
Concretamente, a la hora en que asesinaban a Lennon, yo andaba entre los cerros del secano costero, en plena tiniebla veraniega. Anduve solo en esa oscura soledad. Esa noche, esa mismísima noche, le perdí el miedo a la oscuridad. Claro que ya era bastante viejito (casi 16 años), pero nunca es tarde.
Caminando a tientas entre los espinos, apenas alumbrado por estrellas, comprendí que las sombras que salían ami paso eran solo eso. La caminata la, hice para volver desde un boliche cercano al lugar donde acampabamos. Cuando llegué no le conté a nadie mi logro. Después de todo, a esa edad lo que corresponde es hacerse el canchero, y no iba a andar reconociendo mi recién adquirida fortaleza.
Recuerdo que más tarde, en algún momento, alguien sacó unas bengalas y las lanzó hacia la noche chilenita. Las estrellas se sonrieron. Yo también. Brindamos con jugo Yupi. A esa hora, Lennon ya estaba muerto.
Luego, lo del otro día. Parece que la historia la conté al revés. O la viví al revés. No sé.
Un abrazo.
Salud y anarquía.
Concretamente, a la hora en que asesinaban a Lennon, yo andaba entre los cerros del secano costero, en plena tiniebla veraniega. Anduve solo en esa oscura soledad. Esa noche, esa mismísima noche, le perdí el miedo a la oscuridad. Claro que ya era bastante viejito (casi 16 años), pero nunca es tarde.
Caminando a tientas entre los espinos, apenas alumbrado por estrellas, comprendí que las sombras que salían ami paso eran solo eso. La caminata la, hice para volver desde un boliche cercano al lugar donde acampabamos. Cuando llegué no le conté a nadie mi logro. Después de todo, a esa edad lo que corresponde es hacerse el canchero, y no iba a andar reconociendo mi recién adquirida fortaleza.
Recuerdo que más tarde, en algún momento, alguien sacó unas bengalas y las lanzó hacia la noche chilenita. Las estrellas se sonrieron. Yo también. Brindamos con jugo Yupi. A esa hora, Lennon ya estaba muerto.
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