lunes, enero 16, 2006

El día después

¿Y qué decir ahora? Ya son más de uno los que me pidieron que dijera algo, y es raro porque en realidad no tengo mucho que decir. Claro. Ya pasó, por fin, la segunda vuelta, y ganó quien indefectiblemente tenía que ganar.

Y, en serio, para mí es como hablar de una fiesta de la cual no fui parte, ni lo siento. Sorry por los que son parte de ella. Los respeto. Bien por ellos. Pero esta vez, el festejo es en la casa del vecino. Yo me limito a tratar de dormir en paz mientras el resto baila. Sin odio. Sin violencia. Sin miedo.

Claro, igual el tema es importante y todo el cuento, quien lo puede negar. Para mis modestos gustos, lo importante es que el mando quede en manos de una persona que es:

- mujer
- atea y
- divorciada.

Queda por ver si todos esos factores dan como para marcar una diferencia y da paso a esa fantasía colectiva que se llama “cambio”.

¡Ah!, se me olvidaba otro detalle: la presidenta electa es egresada del Liceo 1, Javiera Carrera, de Santiago. Quizás si ese sea el último aleteo de la educación pública tan a mal traer. ¿O debemos esperar que, por su mismo origen, Bachelet haga algo mejor de lo que ha hecho? Quién sabe.

El punto abre la reflexión para meter allí, a gusto del votante, todo lo pendiente que se debiera hacer en su gobierno. Aunque sospecho que en buena parte del electorado, lo que primó, más que temas de aspiraciones concretas, fue, una vez más, el miedo. El miedo a que la derecha se tome la cuota de poder que le queda aún sin ocupar: La Moneda. Ese temor sigue siendo tan fuerte que nos ha tocado ver la increíble voltereta de partidos que pasaron de hablar pestes de la Concertación a, una vez más, a apoyarla con su voto. Es el famoso cuco del “mal menor”. El tema ha sido tratado in extenso en otros lados y ya no pisé ese palito, así que corto y fuera con eso.

Para mí modesta visión de perdedor, la cosa se resolvió hace años, y quién sabe si nos enteramos. El queque está repartido hace tiempo, y aquí estamos, pacientes, esperando a que sacudan el mantel a ver si nos alcanza una migaja. Yo saqué mis alegres cuentas de derrota más menos en diciembre y me dije “ya están los votos”, con lo cual, me dediqué otra vez a anular en paz. Así de simple.

Por lo demás, hay harta gente a la que le hace bien todo este asunto festivo de las elecciones. Me refiero a la movida de la campaña, el tema de las banderitas, las caravanas, las concentraciones y el jolgorio final afuera del hotel. Esa gente se ve contenta, y eso supongo que es bueno. Hoy estarán un poco más felices que anteayer. No sé si a la Concertación esto le hará un pequeño clic en cuanto a ser capaces de generar más de esos ritos de comunión con sus masas. En una de esas, como muchos de los burócratas oficialistas se vieron en la obligación de salir a la calle, capaz que se hayan re encontrado con un misticismo que parecía en extinción. Claro, a la larga las grandes decisiones se seguirán tomando en otro lado, pero al público votante le queda una sensación de participación que no debe ser nada de mala. Y eso les podría servir para tomar un nuevo impulso y ver si logran eternizarse cada vez más.

Ahora bien, para los que, como yo, nos imponemos día a día el deber de no creer, el asunto sigue más menos igual. Como siempre, hay que desgastarse en dar explicaciones del porque anulé y todo ese cuento. La mayor parte de la gente se asombra, pone cara de incredulidad y habla de “perder el voto”. Supongo que el que vota por un candidato que sale elegido y que deja de cumplir sus promesas, ese si que no “pierde su voto”. Hagan lo que quieran, peor no en mi nombre, plis.

En fin. Nadie hace un esfuerzo para entender algo tan simple: si ninguno de los dos candidatos me gusta, no tengo por qué optar por uno de ellos. He estado tentado de mentir y decir que voté por la doctora, para que la cosa se haga cortita, pero no me da el cuero. Persevero en mi porfía light y recibo las críticas piticiegas y las burlas fáciles de los triunfadores. Pero ya aprendí que eso se pasa con un poco de tiempo. Luego, ya van a estar todos en su depresión habitual.

¿Hay futuro? SI, un futuro fome. Claro, hay países más entretenidos, pero suelen tener más muertos y heridos. El nuestro lo fue. Dejémonos llevar por la corriente. Mujeres al poder, esperemos que haya alguna diferencia. ¡Salud y anarquía!