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Las imágenes de las noticias de los días recién pasados bailan en las mentes menos atentas, y todo se despliega bajo la etiqueta del simple caos. ¿Y qué decir entonces? Por un lado de la pantalla asoman las ganancias de ciertas industrias de esta patria tan graciosa. Qué se yo, cifras al boleo: Forestal Arauco con 1,7 millones de dólares al día durante 2006, numeritos siderales que cuesta convertir en datos concretos como pan con mantequilla, meses de arriendo o cuentas de agua y luz. Por otro lado, uno ve mínimas notas perdidas en los reportes que hablan de una que otra huelga, en fin, los obreros tratan de tomarse calles por un rato, cortan caminos, tocan pitos y cajas, gritan pero nunca es suficiente, difícil que el millón setecientos mil dólares se reparta, eso no es posible. Luego, siguiente noticia: la economía de Chile crece, crece, crece. 6,7 por ciento o algo así. ¿Hacia donde crece? Hacia las alturas, hacia los barrios de ascendentes minorías que buscan el encandilamiento y la amnesia, la felicidad aireacondicionada, en fin, el cielo. La economía crece pero ninguno de los que vamos apretados en la micro sabemos ni vemos hacia dónde crece. La economía crece pero, ¿desde dónde crece? Crece desde tu desvelo, desde tus niños solos encasa mientras tú trabajas, la economía crece desde tu bolsillo. La economía crece desde esa masa sin forma que en la carretera corta el paso para que por fin alguien se acuerde de lo mal pelado que está el chancho. Vale. La economía crece, eso es lo importante. Pero la acumulación de todos estos hechos noticiosos deja alguna sensación de duda o confusión. Parece que necesitamos algo que nos ordene y que haga una raya para la suma. Hacia el final del noticiero descabellado, aparece esa raya, una delgada y brillante línea de luz en la noche: en medio del griterío y la confusión, la estela de las balas policiales. Muerte, muerte, corte y a comerciales. Ahora la pantalla se llena con veinte mil personas sepultando a Rodrigo Cisternas Fernández, obrero forestal muerto por la policía durante un enfrentamiento en medio de un paro. Días más tardes, en la madrugada escucho a un dirigente sindical hablando sobre lo obtenido finalmente en esa lucha: 24 lucas de aguinaldo, 65 lucas de aumento de sueldo. “Nos costó una vida”. Raya para la suma, la economía crece ¿hacia dónde?, ¿desde dónde crece? Crece desde funerales. Cita final, de la canción ‘Titikaka’, de La Floripondio, más bien gritando que cantando: “no saben que de un momento al otro cambian las cosas, se da vuelta la tortilla, tiembla el país, las estructuras, porque el hambre, la salud, la educación, el llanto, la ignorancia, la violencia y el corazón se juntan y después de revisar todas las posibilidades, la última se convierte en sangre”.
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